
El Pont d'Arcalís se supo apoderar de la plaza y la convirtió en una íntima placita de pueblo. Los turistas no paraban de inmortalizar los momentos más dinámicos con sus móviles. Quizá al llegar a sus países no recordarán el nombre de los artistas, pero al ver la filmación recordarán que por aquí la tradición también puede ser divertida y eso ya es mucho.
No sucedió igual en la avenida de la Catedral con Javier Ruibal. Al cantautor gaditano le vino grande el espacio a pesar de que se habían instalado varias filas de sillas ante el escenario. A solas con su guitarra no pudo sobreponerse al ambiente. Y cuando salió su grupo, magnífico por otra parte, todo se había diluido. Sus seguidores, desde las filas de sillas, seguro que disfrutaron, pero el resto de la avenida estaba por otras cosas. Una lástima, porque Ruibal merece mucho más. (El País)
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