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La hija pródiga del nuevo 'folk'


Alela Diane (California, 1983), otrora miembro de la nueva comunidad folk-rock que hunde sus raíces en los acordes que dieron lugar al género en los sesenta, se acerca en su tercer trabajo al country. Alela Diane & Wild Divine es algo así como la vuelta a casa de un joven tras haber probado experiencias lejanas poco satisfactorias. "Me ha salido solo. Es el sonido que me representa, que surge del pueblo de la costa oeste de California del que provengo", dice Diane por teléfono.
Por primera vez desde que comenzara su carrera hace dos años con To be still, se ha rodeado de una banda, Wild Divine -a la que rinde tributo en el nombre del disco-, para terminar de subrayar su poesía agridulce. Diane se casó con su bajista, Tom Bevitori y para cerrar el círculo familiar ha puesto a su padre, el músico Tom Menig, a la guitarra. Y parece no tener problemas a la hora de alzar la voz por encima de su progenitor: "Me cuenta sus ideas, pero si veo que no funcionan, no se ofende, es fácil de llevar". ¿Y la relación yerno-suegro? "Son muy buenos amigos. Cuando estamos de gira, suelen salir por ahí y yo me quedo un poco descolgada".
La artesanía sonora de Wild Divine, a las órdenes de Scott Litt, productor que ha trabajado entre otros con Nirvana y R.E.M, consigue que las raíces americanas del álbum resuenen un poco a ese folk británico del que Diane quiere huir y que a tantos le recuerda a su paisana Joanna Newsom. "Me alegra mucho que finalmente Pitchfork
[y otras publicaciones especializadas] haya dejado de equipararnos. Ha sido muy frustrante", dice la cantante. "Nunca he intentado ser como Joanna. Me gusta mucho su música, pero lo único que compartimos es la ciudad donde nacimos".
Parca en palabras, la frustración le suelta la lengua y continúa defendiendo lo singular de su música: "He avanzado en la composición, mis letras están más cuidadas y le dedico más tiempo a la estructura de las canciones". Diane sigue inspirándose en lo que le rodea, pasando sus experiencias por el filtro de la atemporalidad propia del folk. Por eso, las canciones que dedica a su madre, también cantante aunque no se decidiera a formar parte de la troupe, se tiñen de nostalgia.
Es como si Alela Diane viviera en una especie de cápsula del tiempo en el que un día decidió incluir a su familia y unos cuantos discos. Los más eruditos en esto del rock no encontrarán en esta joven artista madera para roer referencias. Diane vive ajena a las tendencias. "Este año no he escuchado nada nuevo de lo que ha salido", confiesa. "Soy así, no puedo evitarlo". La costumbre le viene de casta. Sus padres -lo fueron casi adolescentes- no tenían televisión y las únicas emisoras que sintonizaban en su vieja radio eran comunitarias.
Solo hace excepciones con The Fleet Foxes, el grupo al que acompañará durante parte de su gira europea, y un par más entre los que destaca, oh, sorpresa, la banda de su marido, Denver. Ayer se estrenó en Valencia, hoy toca en Madrid y mañana, en Barcelona. A España viene sola. Bueno, ya no, ahora tiene a su banda: a su padre, su marido y a su madre en las canciones. (EL PAÍS)


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