Músico autodidacta, purista del folclore canario y poseedor de una privilegiada memoria para las coplas, Manuel Alonso González fue además uno de los fundadores de Los Sabandeños. Junto a ellos recorrió los escenarios de medio mundo, grabó decenas de discos y recibió el Premio Canarias. Esta semana, el primer laúd del grupo folclórico más laureado del Archipiélago dijo adiós. Murió a los 80 años rodeado de una multitud de amigos congregados en Bajamar, el pueblo donde residió toda su vida.
Hijo de Francisco Alonso y Fernanda González, Manuel pasó su infancia ayudando a su familia a cultivar la tierra. De su padre, uno de los mejores cantadores de la Isla, heredó el gusto por la parranda. Desde pequeño demostró tener buen oído para la música y también buena voz. Su escuela, donde salieron a relucir sus dotes para el laúd, fueron los ensayos de los grupos folclóricos a los que solía frecuentar, como los de la rondalla de Punta del Hidalgo, dirigida por Manuel Ramos (padre de Olga Ramos), y la rondalla de Milán, en Tejina. Junto estos últimos realizó incluso varias grabaciones.
La música ocupaba todo el tiempo libre que le dejaba su trabajo en el hotel Nautilus, uno de los buques insignia de Bajamar durante la edad de oro del turismo en la comarca nordeste.
En 1966, unos amigos lo invitaron a unirse a un nuevo grupo folclórico que se había ido gestando en La Punta durante los veranos. Eran jóvenes laguneros que se reunían para tocar y cantar. De esa parranda surgió el embrión de lo que más tarde sería el mayor fenómeno popular de Canarias: Los Sabandeños.
Dentro del grupo era conocido como El Yoli. El director de Los Sabandeños, Elfidio Alonso, lo recuerda como un hombre "responsable" y "bromista" que "siempre fue fiel a la agrupación", incluso en tiempos de crisis y escisiones, "al que le preocupaba la pureza del folclore" y que "tenía una gran memoria para las coplas".
El éxito de la agrupación llevó a Manuel a recorrer los escenarios de medio mundo, algo que siempre lo llenó de orgullo, asegura Elfidio Alonso. En Los Sabandeños "demostró su seriedad en los ensayos y conciertos y también su espíritu jovial y festivo", señala Carlos García, uno de los históricos del grupo.
"Una vez, en un viaje le tocó compartir habitación con uno de los integrantes, una persona muy influyente por aquel tiempo, y como decía que le olían mucho los pies, lo despertó y lo mandó a lavárselos. Nos hizo reír mucho a todos con la historia", asevera Elfidio.
Aunque su sentido del deber hacía que nunca fallara a un ensayo, sus compañeros sabandeños recuerdan que siempre se iba un poco antes para coger la última guagua a Bajamar. Era un hombre humilde y nunca tuvo coche.
En 2007, Manuel dijo adiós a los escenarios. Recibió homenajes en La Punta, Bajamar y otro de Los Sabandeños, en 2009. Sus 41 años de trayectoria han quedado inmortalizados en decenas de discos.(La Opinión)
Hijo de Francisco Alonso y Fernanda González, Manuel pasó su infancia ayudando a su familia a cultivar la tierra. De su padre, uno de los mejores cantadores de la Isla, heredó el gusto por la parranda. Desde pequeño demostró tener buen oído para la música y también buena voz. Su escuela, donde salieron a relucir sus dotes para el laúd, fueron los ensayos de los grupos folclóricos a los que solía frecuentar, como los de la rondalla de Punta del Hidalgo, dirigida por Manuel Ramos (padre de Olga Ramos), y la rondalla de Milán, en Tejina. Junto estos últimos realizó incluso varias grabaciones.
La música ocupaba todo el tiempo libre que le dejaba su trabajo en el hotel Nautilus, uno de los buques insignia de Bajamar durante la edad de oro del turismo en la comarca nordeste.
En 1966, unos amigos lo invitaron a unirse a un nuevo grupo folclórico que se había ido gestando en La Punta durante los veranos. Eran jóvenes laguneros que se reunían para tocar y cantar. De esa parranda surgió el embrión de lo que más tarde sería el mayor fenómeno popular de Canarias: Los Sabandeños.
Dentro del grupo era conocido como El Yoli. El director de Los Sabandeños, Elfidio Alonso, lo recuerda como un hombre "responsable" y "bromista" que "siempre fue fiel a la agrupación", incluso en tiempos de crisis y escisiones, "al que le preocupaba la pureza del folclore" y que "tenía una gran memoria para las coplas".
El éxito de la agrupación llevó a Manuel a recorrer los escenarios de medio mundo, algo que siempre lo llenó de orgullo, asegura Elfidio Alonso. En Los Sabandeños "demostró su seriedad en los ensayos y conciertos y también su espíritu jovial y festivo", señala Carlos García, uno de los históricos del grupo.
"Una vez, en un viaje le tocó compartir habitación con uno de los integrantes, una persona muy influyente por aquel tiempo, y como decía que le olían mucho los pies, lo despertó y lo mandó a lavárselos. Nos hizo reír mucho a todos con la historia", asevera Elfidio.
Aunque su sentido del deber hacía que nunca fallara a un ensayo, sus compañeros sabandeños recuerdan que siempre se iba un poco antes para coger la última guagua a Bajamar. Era un hombre humilde y nunca tuvo coche.
En 2007, Manuel dijo adiós a los escenarios. Recibió homenajes en La Punta, Bajamar y otro de Los Sabandeños, en 2009. Sus 41 años de trayectoria han quedado inmortalizados en decenas de discos.(La Opinión)
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